lunes, 3 de marzo de 2014

El coste de oportunidad del cambio.

Los economistas solemos usar mucho el término "coste de oportunidad", que viene a significar en lenguaje muy llano y sencillo, "los beneficios que dejamos de percibir por invertir nuestros recursos en una cosa, y no en otra."
Por ejemplo: "La muerte tiene un coste de oportunidad infinito", puesto que te priva de infinitas posibilidades de actuación.

En mi libro "Auto-coaching: Los secretos para el éxito" pongo un ejemplo, muy básico, y que da protagonismo a un elemento fundamental: la información. Cuanta mayor información, menor coste de oportunidad, puesto que cuanta mayor información, mayor es la probabilidad de éxito de nuestras decisiones.
Imaginemos que llevamos varios días sin descansar bien, muy nerviosos y con ansiedad, y nos invita un conocido a pasar la tarde en su casa. Nos ofrece café o tila. Imagina que nos gustan por igual las dos cosas. ¿Qué elegiríamos si no sabemos que el café es excitante y la tila es relajante? ¡Nos daría igual!
Pero, teniendo la información, y en igualdad de oportunidad de elegir una u otra cosa, elegiríamos la tila.
El coste de oportunidad de elegir el café es enorme, pues es la peor opción.

En nuestro "quehacer" diario, esto mismo se produce a cada momento. Vamos tomando pequeñas decisiones desde que nos levantamos hasta que nos acostamos, y el resultado de ellas es tan importante que, en la mayoría de ocasiones, al día siguiente te levantas con los mismos problemas agravados por veinticuatro horas más. Y luego, lo que es peor, es que nos hemos metido en una rutina que se hace tan automática que somos incapaces de sentirla.
Recuerdo una clase de Auto-coaching que recibí por el sociólogo Juan Miralles Calomarte, en la que trataba "las creencias". Nos enseñó como se hacen "transparentes" hasta el punto que son casi imposibles de ver. Se arraigan tanto en nosotros, que se confunden con nosotros mismos, y nos hacen imposible descubrirlas, cuando en verdad están ahí, aprendidas, inculcadas, inventadas,....
Las creencias, por lo general, son información negativa que se retroalimenta con el uso que hacemos de ellas.
1º Creo que en tiempos de crisis es hiper-mega-super-difícil encontrar trabajo.
2º No hago una búsqueda activa de empleo. ¿para qué, con lo difícil que es? Mejor aprovechar la tarde viendo la tele.
3º Evidentemente, no encuentro trabajo.
4º Confirmo que en época de crisis es casi imposible encontrar trabajo.

La información de que las cosas, a nivel general, no van bien, se ha convertido en un conocimiento negativo, y éste, a su vez, se ha arraigado como una creencia nefasta que condiciona nuestra conducta. Las creencias nos causan costes de oportunidad enormes.

Si vida no hay más que una, la decisión de como vivirla es la decisión más importante que un ser racional puede tomar. ¡Hagámoslo entonces! ¡Tomemos la decisión, y luego busquemos el cambio! 
Pensemos en el objetivo, en nuestro éxito, y pensemos en lo que tenemos para alcanzarlo. ¡Nada de creencias supuestas de antemano! Uno mismo, con sus circunstancias e ideas limpias, con su voluntad de cambio, y en un camino que se irá allanando paso a paso.
El coste de oportunidad de no hacerlo es infinito, igual que la muerte.

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