sábado, 8 de marzo de 2014

Cerebros que nos impiden triunfar.

 
 

La parte más antigua de nuestro cerebro la hemos heredado de los reptiles que un día evolucionaron a mamíferos. Es responsable de la forma más primitiva de reflejo-respuesta (huir para sobrevivir). La segunda parte, heredada de nuestro pasado mamífero (no humano), se denomina sistema

límbico, y almacena recuerdos y emociones. Entre las funciones y las motivaciones del límbico están el miedo, la rabia, el amor maternal, las relaciones sociales, los celos… Por último, el cerebro no es racional (humano) hasta que no aparece el neocórtex, que nos aporta conciencia y control de las emociones.

La clave para comprender nuestra resistencia a los cambios, y por tanto también a mejorar, está en el cerebro límbico, propio de los mamíferos. En él situamos la amígdala, que condiciona, como un interruptor, nuestros sistemas ejecutivos y de autocontrol emocional (neocórtex). Ante una situación de estrés, o de duda, miedo, o angustia, la amígdala bloquea el proceso de información por parte de los sentidos, provoca que nos comportemos de manera impulsiva, anulando las funciones racionales del neocórtex y, de esa manera, nuestro comportamiento viene determinado por lo que se dicta desde la parte reptiliana. Es decir, impulsos basados en la subsistencia, resistir a los cambios por miedo a que supongan un peligro. Cualquier idea de cambio nos genera duda, o incertidumbre, que impiden el acto racional, y nos dirigen inconscientemente a permanecer en la coyuntura actual, sin plantearnos los beneficios del cambio.

La única manera de que nuestro neocortex se imponga, y haga valer su racionalidad, es sabiendo dominar esas situaciones de extrés, angustía, miedo, etc. Al miedo sólo se le puede vencer enfrentándose a él, nunca huyendo. La mayoría de los seres humanos, sin tener ni idea de ello, se comportan de manera reptiliana, y de ahí que tengamos dificultades para enfrentarnos a lo desconocido. Ese comportamiento nos priva de conseguir nuestros objetivos.

Para evitar este problema, el cerebro debe estar entrenado. Ese entrenamiento debe ser constante, propio de nuestra forma de vida: el modo de entender la vida que tenemos los que somos nuestros propios coaching.

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